Esta entrada podría haberse llamado "Capullos 2". En el fondo, hablo de lo mismo: de cómo cuando ya no estamos mal, nos olvidamos de cuando sí lo estábamos.
Aunque esta vez me centraré en otro aspecto de esa afirmación. No sobre cómo tratamos a los demás, sino sobre cómo nos tratamos a nosotros mismos.
Puede que tengas un mal hábito que te produzca bastantes problemas y quieras deshacerte de él. De hecho, es bastante probable que lo tengas. Así que, llegados a un punto "crítico", decides que debes parar. Aunque sigues en tus trece. Claro, los problemas empeoran, y llegados al "punto crítico nº2", finalmente lo consigues. Dejas de hacer eso que cada vez te aporta menos cosas buenas y más malas.
Hasta aquí todo bien. Es lógico, cuando de verdad empiezas a sufrir seriamente las consecuencias de actos compulsivos, que has realizado miles de veces, dejas de hacerlo. Lo que pasa es que una vez que nos hemos recuperado total o, en la mayoría de las ocasiones, parcialmente de los efectos negativos de nuestros actos, volvemos como unos idiotas al pan nuestro de cada día. Te olvidas de lo malo, porque vuelves a disfrutar de lo bueno que tiene. Y lo tienes tan metido en el coco, tan interiorizado, que parece imposible parar de hacerlo. Se ha convertido en tu rutina. En un mal hábito. Y ni Técnica Alexander ni hostias, son cosas que pueden contigo. Llegará un momento en que te descuides, bajarás la guardia, y ¡zas! en toda la boca. Volverás a tu rutina hasta que tengas que volver a parar. Y entonces te preguntarás si parar y volver a empezar el ciclo forma parte intrínseca de esa rutina.
A veces es hasta gracioso, porque cuando caes en la trampa, te dices a ti mismo cualquier excusa barata, llegando incluso a pensar que es algo así como "una vacuna", que lo haces para comprobar que después puedes dejarlo (?!). Sí, efectivamente, Capullos 2.
Por cierto, que un mal hábito también puede funcionar por omisión. Algo que sabes que deberías hacer y vas postergando hasta que finalmente no te queda más remedio que hacerlo. Lo bueno sería que cogieras el hábito de hacerlo, pero en cuanto estés lo suficientemente bien para seguir tirando (otro "punto crítico"), dejarás de hacerlo y te olvidarás. Hasta que un tiempo después vuelvan a empeorar las cosas y así indefinidamente.
Es como lo que dice un amigo mío: "No me arrepiento de nada de lo que he hecho, ya que sigo vivo. Si no hubiera hecho todas y cada una de las cosas que he hecho, tal vez no seguiría aquí." En el fondo todos tenemos algo de eso en nuestro interior. Si haciendo lo que he hecho sigo aquí, pues repitámoslo, no puede ser tan malo. Y por otro lado, si hay algo que no hago y sigo vivo, ¿por qué molestarme en hacerlo?
lunes, 1 de noviembre de 2010
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