lunes, 1 de noviembre de 2010

Malos hábitos

Esta entrada podría haberse llamado "Capullos 2". En el fondo, hablo de lo mismo: de cómo cuando ya no estamos mal, nos olvidamos de cuando sí lo estábamos.
Aunque esta vez me centraré en otro aspecto de esa afirmación. No sobre cómo tratamos a los demás, sino sobre cómo nos tratamos a nosotros mismos.

Puede que tengas un mal hábito que te produzca bastantes problemas y quieras deshacerte de él. De hecho, es bastante probable que lo tengas. Así que, llegados a un punto "crítico", decides que debes parar. Aunque sigues en tus trece. Claro, los problemas empeoran, y llegados al "punto crítico nº2", finalmente lo consigues. Dejas de hacer eso que cada vez te aporta menos cosas buenas y más malas.
Hasta aquí todo bien. Es lógico, cuando de verdad empiezas a sufrir seriamente las consecuencias de actos compulsivos, que has realizado miles de veces, dejas de hacerlo. Lo que pasa es que una vez que nos hemos recuperado total o, en la mayoría de las ocasiones, parcialmente de los efectos negativos de nuestros actos, volvemos como unos idiotas al pan nuestro de cada día. Te olvidas de lo malo, porque vuelves a disfrutar de lo bueno que tiene. Y lo tienes tan metido en el coco, tan interiorizado, que parece imposible parar de hacerlo. Se ha convertido en tu rutina. En un mal hábito. Y ni Técnica Alexander ni hostias, son cosas que pueden contigo. Llegará un momento en que te descuides, bajarás la guardia, y ¡zas! en toda la boca. Volverás a tu rutina hasta que tengas que volver a parar. Y entonces te preguntarás si parar y volver a empezar el ciclo forma parte intrínseca de esa rutina.
A veces es hasta gracioso, porque cuando caes en la trampa, te dices a ti mismo cualquier excusa barata, llegando incluso a pensar que es algo así como "una vacuna", que lo haces para comprobar que después puedes dejarlo (?!). Sí, efectivamente, Capullos 2.

Por cierto, que un mal hábito también puede funcionar por omisión. Algo que sabes que deberías hacer y vas postergando hasta que finalmente no te queda más remedio que hacerlo. Lo bueno sería que cogieras el hábito de hacerlo, pero en cuanto estés lo suficientemente bien para seguir tirando (otro "punto crítico"), dejarás de hacerlo y te olvidarás. Hasta que un tiempo después vuelvan a empeorar las cosas y así indefinidamente.

Es como lo que dice un amigo mío: "No me arrepiento de nada de lo que he hecho, ya que sigo vivo. Si no hubiera hecho todas y cada una de las cosas que he hecho, tal vez no seguiría aquí." En el fondo todos tenemos algo de eso en nuestro interior. Si haciendo lo que he hecho sigo aquí, pues repitámoslo, no puede ser tan malo. Y por otro lado, si hay algo que no hago y sigo vivo, ¿por qué molestarme en hacerlo?

viernes, 9 de julio de 2010

Capullos

Señor, ten misericordia de nosotros...
No soy nada religioso (remarco religioso, de otras cosas parecidas ya hablaré...), pero es la mejor manera que se me ocurría de comenzar esta entrada.
Somos un poco capullos. En cuanto mejoramos nos olvidamos de cómo nos sentíamos antes. Cuando esto tiene algo que ver con la posición en una escala social, es incluso más estúpido y egoísta por nuestra parte. Puede que hayas estado muchos años preguntándote por qué determinada persona te trataba de mala manera, y que llegue un momento en que te descubras a ti mismo tratando de una manera muy similar a otras personas.
¿Es o no es para decir "Señor, ten misericordia de nosotros..."?

sábado, 5 de junio de 2010

Lo innato y lo aprendido: un ejemplo musical

Pongamos el ejemplo de una persona cantando, a capella, una melodía con notas largas, que se mueva en torno a una nota "de recitado" o principal o como se quiera llamar. Se puede tomar su tiempo entre frase y frase, o incluso entre nota y nota.
A todos los seres humanos nos producirá una sensación de emotividad, nos parecerá que la persona que canta está expresando un sentimiento profundo. Esto sería algo innato.
¿De qué tipo de sentimientos profundos hablo? Amor, tristeza, melancolía, experiencias místicas incluso...
La cuestión es que estos "matices", que en realidad cambian completamente el mensaje, dependen de la cultura, es decir, de lo aprendido.
Y así, por ejemplo, si a un angloparlante le haces escuchar el comienzo de "I will always love you", dirá que qué bonita canción de amor. Lo mismo ocurrirá si la escucha cualquier persona que haya visto la película de "El Guardaespaldas".
Si lo escucha un tipo de un pueblo español que no tenga ni idea de inglés ni haya visto la película, podría llegar a deducir que es una canción de amor comparándola con canciones que él conozca (en el fondo, Rocío Jurado y Whitney Houston cantan canciones "parecidas").
Pero si se lo haces escuchar a un campesino senegalés alejado de la cultura occidental, tal vez te diga que es un canto de llanto porque este año no llueve...

domingo, 23 de mayo de 2010

Dentro o fuera 2

Es una cuestión que me atrapa bastante; ya hice una entrada con el título "dentro o fuera", aunque la de hoy va por otros derroteros.
Hoy quiero hablar sobre cómo se ven las cosas de un modo distinto desde fuera o desde dentro. Me refiero a que no es lo mismo ver algo que hacer algo. No es lo mismo ver a una persona que lleva una borrachera impresionante que llevar tú una borrachera impresionante. No es lo mismo escuchar una conversación o una canción que conversar o cantar. No es lo mismo ver a una persona que ser esa persona. La subjetividad comprende un montón de campos y es, al fin y al cabo, un modo distinto de ver lo mismo.
La subjetividad tal vez pueda ser una representación de la realidad. O, mejor dicho, una representación de un fragmento de realidad. De ese pequeño trocito de Universo que somos.
Volviendo a lo que es distinto visto desde dentro y desde fuera, e incorporando esta otra idea, alcanzo la frase definitiva a este respecto; y es: "No es lo mismo ver unas neuronas desde fuera que verlas desde dentro".

martes, 23 de marzo de 2010

¿Qué somos?...

El ser humano es un pequeño, complejo y autorreferente trocito de Universo.